La voz


De nuevo esa voz martilleándome la sien. La reconocería entre un millón de voces hablando al unísono. Llevo demasiados años escuchándola.
Otra vez ese olor a podredumbre me envuelve. No sé si el hedor a muerte precede a su sonido, o es al revés. En cualquier caso van unidas; pegadas como la mierda al culo.
Lo he probado todo. He seguido al pie de la letra las indicaciones de los psicólogos, de los psiquiatras, de los curanderos, de los que se llaman a si mismos “mensajeros de Dios”; de todo aquel que me ha querido escuchar.
Me he sometido a tratamientos interminables, incluso a exorcismos para expulsar al “demonio” que llevo dentro. Nada. Ella siempre vuelve a mi. A su hogar. Sí, ¿para qué engañarme? Sé que soy yo el que habla. No hay posesiones, ni regresiones; no hay seres extraños que intentan dominar la Tierra a través de las mentes de los humanos. Sólo soy yo; mi más fiel amigo y mi peor enemigo. Lo malo es que esta puta voz de amigo no tiene ni las letras. Quiere destruirme, quedarse ella sola con este cuerpo que me he currado, que he machacado en el  gimnasio, al que he decorado con tatuajes  en sitios inverosímiles que vuelven locas a las mujeres. Sí, me he dado cuenta de que eso es lo que más le jode.
Cuando estoy en la cama, se desata, pierde el control y taladra mi mente con chillidos histéricos. Pero cuanto más me incordia, más me entrego al sexo y los gemidos de placer, la acallan por un instante. En ese momento me siento ganador de mi propia vida.
Pero ha llegado un punto de que ni siquiera eso me satisface. Como caballero que presenta batalla, la edad no perdona y estoy cansado. Cansado de luchar contra mí, contra mi propia voz.
Hoy no voy a ceder; hoy he dicho:¡se acabó!
Me siento frente al espejo y sonrío. Espero a que hable, a que me rete. Entonces, como torero en la plaza, aguardo su envestida y cojo mi capote. Saco el revolver que conseguí por un amigo de esos que jamás presentarías a tus padres. Apoyo el cañón justo en el centro del volcán y disparo.
El reflejo en el espejo muestra un cuerpo inerte rodeado por un charco de sangre que, segundo a segundo, aumenta de tamaño.  Empiezo a sentirme tranquilo. Ya no oigo la voz.

1 comentario:

  1. Realmente escalofriante. BRAVO... (estoy temblando...)
    Qué fuerza, Ada...¡APROVÉCHALA!

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